Si convives con diseñadores (y tú no eres uno de ellos), seguramente has visto que hay ocasiones en las que conversan apasionadamente, aunque con algo de recelo. Como te intriga su plática, te acercas a participar en la conversación, pero de inmediato se callan. Y si preguntas de qué estaban hablando, tal vez te contesten que estaban discutiendo si el color debía de ser Pantone 425C o Pantone 234U. Inmediatamente te das cuenta de que en realidad tu presencia no era bienvenida, y probablemente pienses que estaban discutiendo un chisme de oficina.
Y tal vez sea cierto, pero también es posible que hayan estado discutiendo uno de los grandes tabús del diseño. Así es señoras y señores, los diseñadores tenemos secretos que sólo discutimos entre nosotros, y asumiendo el riesgo de ser flagelado por mis colegas, aquí publico una lista de los temas prohibidos:
1. La relevancia de nuestra profesión
No sé cuantas veces he leído artículos argumentando acerca de porqué el diseño sí importa. Inclusive he leído algunos artículos argumentando que el diseño puede cambiar el mundo. Pero la triste realidad es que nuestra profesión apenas está saliendo de un bache de baja autoestima. Si en realidad tuviéramos la absoluta certeza de que nuestra profesión es relevante, no tendríamos necesidad de discutirlo.
Prácticamente todos los diseñadores que conozco han pasado por alguna crisis profesional, se cuestionan si lo que estudian o estudiaron fue lo correcto, y si lo que hacen tiene alguna relevancia para nuestra sociedad. Una salida común es ver su trabajo como arte, se enamoran de la tipografía, del color, y de la forma. Justifican su profesión como una expresión artística. Otros se enamoran de la función: se van por el camino del diseño centrado en el usuario, de la accesibilidad, de la arquitectura de la información y demás. Otros más se quedan en el medio, pero apegados a una fuerte ética profesional, rechazando trabajos que van en contra de sus principios.
2. A veces no nos creemos nuestros propios argumentos
Aquí hay una confesión que hacer: cuando diseñamos, algunas decisiones son arbitrarias y otras tienen fundamento. No sé cuantas veces ha llegado un maestro y me ha dicho "porqué pusiste tal elemento aquí?" y en verdad no sé porqué. En lo personal digo "no lo sé, no fue una decisión consciente", pero tengo compañeros que inmediatamente comienzan a sacar el arsenal de teoría vilmente distorsionada para apoyar su argumento: "Lo puse a la izquierda porque el rectángulo áureo de la composición se subdivide aquí, creando una sensación de armonía". Como parte del diseño es subjetivo, hay espacio de maniobra para proteger tu ego mediante argumentos poco fundamentados.
Los diseñadores odiamos que llegue nuestro cliente o jefe no-diseñador, y nos diga que cambiemos algo de nuestra propuesta sin una razón justificable. Y "no me gusta" es algo que definitivamente no consideramos una razón justificable. Si trabajas con diseñadores y tienes este problema con ellos, notarás que comienzan a justificar sus decisiones mediante terminología diseñística incomprensible. Tip: tu diseñador está blofeando. Si su decisión está fundamentada, sabrá explicártelo en términos sencillos para que entiendas la lógica detrás de su diseño.
3. Todos los diseñadores tenemos un estilo particular
El trabajo de muchos diseñadores es transmitir el mensaje de sus clientes. Y claro, cada cliente tiene necesidades diferentes, así que su diseño deberá ser diferente, cierto? Es cierto, pero hay algunas cosas qué tomar en cuenta.
Se habla mucho de que el diseño gráfico es un lenguaje visual. Ahora imaginemos que el diseño es un lenguaje verbal: tú imitas la voz de tus clientes. Para algunos la voz deberá de ser seria y formal, y para otros juvenil y fresca. Algunas voces las podrás hacer sin esfuerzo alguno, sale natural y espontáneo, algunas otras harás un trabajo mediocre y forzado. Esta polifonía del diseñador es algo muy importante. Si contratas a un diseñador y su portafolio está lleno de trabajos que se parecen mucho, tal vez tenga problemas para adaptarse a la identidad de tu empresa.
Por ejemplo: yo no tuve televisión hasta los veinte años. ¿Qué hice toda mi infancia? No tengo idea. Pero siento que no comparto ciertos códigos culturales de los niños, y sería un fracaso absoluto diseñando algo para niños. Ahora, es posible ponerse al corriente y tratar de aprender estos códigos culturales, de la misma manera en la que ciertos actores nos sorprenden cuando salen de su personaje típico: algunos hacen un buen trabajo y a otros no les crees.
Una visión alterna: me incomoda hablar de "estilo" cuando hablo de diseño, aquí lo hago porque siento que así se entiende mejor. Otra manera de entenderlo es hablando de una filosofía del diseño. Mi filosofía es que el diseño debe de ser claro, sencillo (no simple), comprensible, y accesible. Reconozco que hay ciertas ocasiones en las que estos principios no aplican, y probablemente no soy apto para ese tipo de trabajos (digamos, el diseño de modas o productos para niños).