Hay una historia curiosa en la historia de la conquista de México. En 1519 (casi cuarenta años después del descubrimiento de América), Hernán Cortés salió de Cuba con la misión de explorar y poblar el territorio de México. Tenía instrucciones específicas de no conquistar, pero la historia deja claro que sus intenciones eran otras.

Quizás porque todavía no sabía de la existencia del imperio azteca, decidió explorar primero la costa de Yucatán, y uno de los primero lugares que visitó es una isla llamada Cozumel, justo aquí:

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Algunos navíos llegaron dos días antes que Cortés mismo, y cuando desembarcaron encontraron las casas y templos recién abandonados. Los habitantes huyeron de aquellos extraños que llegaron en "montañas que flotaban en el mar", como lo registró un misionero católico que se dedicó al estudio de la historia y custumbres indíginas.

La gente adelantada aprovechó el abandono para tomar las cosas de valor que ahí encontraran (mantas y un poco de oro, así como cualquier alimento que pudiera servirles en su expedición.

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Ruinas de San Gervasio en Cozumel. No corresponden a la fecha en la que llegó Cortés, pero la arquitectura que encontraron en ese momento debe de haber sido similar.

Cuando Cortés los alcanzó se puso furioso de lo que había sucedido, mandó a castigar al capitán y a devolver a los habitantes sus pertenencias. Como ya habían comido algunas gallinas, Cortés mandó enviar collares y camisas de Castilla en reparación del daño.

Hechas las paces, le contaron que había dos españoles en las cercanías. Ocho años antes, un barco que salió de Panamá con destino a Santo Domingo naufragó. Una docena de sobrevivientes quedaron a la deriva hasta llegar a la península de Yucatán. Dos de ellos habían sobrevivido para el momento en el que llegó esta expedición.

Gerónimo de Aguilar, uno de los sobrevivientes, era un fraile franciscano que vivió sus ocho años como esclavo. Gonzalo Guerrero, en cambio, había adoptado las costumbres Mayas, se había casado con la hija de un gobernador y era su capitán en tiempos de guerra.

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Una aproximación ilustrada a la transformación de Gonzalo Guerrero. He buscado al autor por todas partes para darle crédito, pero no he logrado dar con él.

Gerónimo de Aguilar consiguió el consentimiento de su amo para unirse a los españoles. Luego fue a buscar a Gonzalo Guerrero para avisale. Gonzalo Guerrero contesta:

Hermano Aguilar, yo soy casado y tengo tres hijos, y tiénenme por cacique y capitán cuando hay guerras. Id vos con Dios, que yo tengo [tatuada] la cara y [perforadas] las orejas. Qué dirán de mí cuando me vean esos españoles ir de esta manera. Y ya veis estos mis hijitos cuán bonitos son.

Esta cita la escribe un soldado español décadas después del evento. Evidentemente son diálogos ficticios, pero es razonable especular que si Gerónimo de Aguilar sirvió en la conquista como traductor, entonces habría contado su relato algunas veces a la expedición.

Esto es lo que he podido hilar entre lo que escribieron varias personas involucradas en la conquista. He dejado fuera partes que me parecen poco fiables. Este tipo de historias tienden a crear mitos, como esta página que afirma que Guerrero murió a manos Cortés dieciocho años después en Honduras.