"Dios crea, Linneo organiza", afirmó alguna vez Linneo mismo. El padre de la taxonomía moderna fue tal vez el hombre de ciencia más arrogante y presuntuoso que jamás haya existido. Pero su arrogancia es--en gran medida--merecida.
Nació en 1707 en Småland, Suecia. Al igual que su padre, un ministro Luterano, Linneo era un hombre religioso, amaba la creación de Dios y creía que la humanidad debía de descubrir, nombrar, contar, comprender y apreciar cada criatura en la tierra. Linneo alguna vez fue llamado el segundo Adán por un contemporáneo suyo (el primer Adán es el de la biblia, que dio nombre a todo en el jardín del edén).
El mérito por el cual es más reconocido es la taxonomía linneana, el punto de partida de la nomenclatura binomial (también llamado nombre científico de los seres vivos). Linneo veía un sistema implícito en la creación de Dios, y se acercó a la tarea de clasificarla, asumiendo que sería una labor finita.
No era la primera vez que se intentaba crear un sistema de clasificación de los seres vivos, ya antes se habían intentado clasificar bajo criterios bastante cuestionables: si eran seres salvajes o domesticados. Terrestres, acuáticos, grandes o pequeños. Incluso si se consideraban nobles y apuestos o vulgares e intrascendentes.
La gracia del sistema de Linneo es que clasifica a los seres por lo que realmente importa: sus atributos físicos. También es lo bastante flexible para abarcar la gran diversidad de seres que habitan nuestro mundo, y Linneo proporcionó unos cimientos muy sólidos para contruir sobre él.
Linneo nombró y clasificó innumerables especies en su libro Systema Naturæ, que para su última edición tendría más de 13,000 especies sólidamente clasificadas en 2,300 páginas. Fue el primero en agrupar a las ballenas con los cuadrúpedos (posteriormente rebautizada mamíferos) y al ser humano con los simios.
El hombre también tenía una curiosa obsesión por nombrar las cosas con términos sexuales, algo así como pornografía botánica. A las divisiones del cuerpo de una almeja le dio los nombres de vulva, labios, genitales, ano e himen. Agrupó las plantas según la natrulaeza de sus órganos reproductores. Una flor con ocho estambres y un pistilo la describía como "Ocho hombres en un lecho nupcial con una mujer".
Georg Ehret, un artista amigo de Linneo, plasmó su clasificación de las flores en una bellísima litografía.
Linneo, siempre reacio a compartir crédito, la incluyó en una edición de sus libros sin mencionar al autor.
La fama de Linneo era muy notoria en su tiempo, recibía regalos de gente importante de todo el mundo. La Reina Catalina de Rusia le envío semillas de una flor que esperaba que Linneo pudiera identificar. Linneo las plantó, y la siguiente primavera los brotes escaparían de su jardín. Hasta la fecha la cuidad de Uppsala (donde vivió casi toda su vida) está plagada de una flor siberiana como recuerdo de aquel incidente.
Tampoco aceptaba la crítica con mucho gusto: nombró un género de hierba apestosa que crece en los pantanos Siegesbeckia en honor a Johann Siegesbeck, un alemán que afirmó que el trabajo de Linneo era "basura odiosa".
En su autobiografía escribiría:
Dios ha estado con [Linneo], donde quiera que haya ido, y ha erradicado a todos sus enemigos y ha hecho de él un gran nombre, tan grande como el de los hombres más grandes de la tierra... No ha habido un zoólogo o botanista más grande que él.
Solicitó que su tumba llevara una inscripción en la que se leyera "El Príncipe de los Botánicos". El deseo fue concedido tras su muerte, en 1778.