Muchas de las conversaciones que he tenido con profesionistas de otras áreas (además del diseño) parecen apuntar a que somos un grupo de personas un tanto celosas de nuestro trabajo gráfico. Adrian Shaughnessy lo expone elocuentemente en esta anotación en Design Observer. Los clientes piden un cambio aparentemente arbitrario y nosotros sentimos que es un ataque a nuestro criterio estético.

Desgraciadamente esto no sólo sucede con los clientes, también sucede dentro de los equipos multidisciplinarios. Hace unos años leí un artículo en el Information Design Journal que narraba la experiencia de una consultora con una empresa de desarrollo de software. El objetivo de esta consultora era eficientizar los procesos de producción, así que cuando le preguntaron a los ingenieros cual era el obstáculo más grande en su trabajo, la respuesta unánime fue: lidiar con los diseñadores gráficos.

Y no sólo sucede con los ingenieros, en areas afines como el diseño de interacción, la usabilidad, y la arquitectura de la información tampoco somos muy estimados. Javier Cañada propone rolar puestos y borrar fronteras en las actividades pero Juan leal es un poco más drástico, afirmando que el diseño gráfico deberá de estar relegado a las fases finales del proyecto en este artículo en Alzado.org.

Y por si hacía falta, los editores tampoco nos quieren mucho que diagmos. Hace algún tiempo alguien dejó un comentario en este post y afirmaba lo siguiente:

Como redactora rara vez me tope con un diseñador/a que leyera lo que escribía (nunca), menos aún que le importara. Permítanme entonces vertir aquí las quejas que jamás logré que un diseñador escuchara. Odiosas cosas que siempre me hicieron mis queridos/das necios/as:
  • Poner puntos aparte que no existen porque el armado del diseño lo necesita (¡pero lo que estamos diciendo NOOOO!)
  • Achicar la letra al punto que sólo puedan leer los linces porque un cuerpo grande queda muy pesado, desbalancea todo (¡para que un texto sea texto tiene que ser susceptible de lecturaaaaaa!)
  • Poner viñetas y simbolitos preciosos por todos lados (¿qué tienen que ver las estrellitas con una empresa de muebles rústicos?)
  • No leer jamás los contenidos por lo tanto no saber de qué se trata lo que estamos haciendo "¿te gusta un pie de perfil, desnudo, blureado y con una luz de la puta madre?" (¡Sííí! ¡Muuuucho más si tuviera sentido!)
  • Y entrando en el campo de la virtualidad...¡una imagen de 4 megas sí es muuuucho! ¡los sitios web no son para imprimir: se mueveennnnnnnn! y... ¡No, los usuarios web no son videntes que pueden adivinar que un mini-triángulo buenísimo en 3D es un botón!

Para este momento ya deberá ser evidente que todos están equivocados menos nosotros. Vayamos a llorar a un rincón.

Qué podemos hacer al respecto

Si no sabemos de ingeniería, de usabilidad, o de redacción, no hay manera en la que podamos comprender lo que se espera de nosotros. Muchos toman la actitud de "zapatero a tus zapatos", pero cuando varias personas trabajan sobre el mismo zapato la cosa se complica. Hay que aceptar que ciertos criterios funcionales están muy por encima de nuestros criterios estéticos.

El diseño es una profesión bastante incestuosa: nos damos premios entre nosotros, sin importar si el objeto de diseño fue efectivo o si cumplió su objetivo. Dejemos de diseñar para diseñadores.

Pero sobre todo, dejemos de ser divas del diseño, hay ciertas decisiones fundamentadas y otras que son arbitrarias. Defiende sólo lo que es importante. Lo único que logramos al defender nuestro ego --en lugar de defender nuestro proceso de diseño-- es provocar esta evidente apatía hacia nuestra profesión.