El cerebro humano es un potente procesador de imágenes, y como seres sociales/visuales, se presentan efectos curiosos cuando el cerebro trata de compensar rostros que no tienen sentido.

El efecto Margaret Tatcher

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Este efecto fue bautizado así porque la primera imagen con la que se publicó era una fotografía de Margaret Tatcher (ex-primer ministro de Gran Bretaña). La teoría es que el cerebro está ajustado para observar tanto características individuales (ojos, nariz, boca) como su configuración (distancias y proporciones). Cuando giramos el rostro 180° evitamos que el cerebro pueda interpretar la configuración correctamente, por lo que algunas deformaciones pasan por desapercibido. En este caso los ojos y la boca están invertidos.

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Ilusión del rostro hueco

Un experimento casero: toma dos lápices o plumas, ponlos en posición horizontal, acércalos a tu ojos, e intenta que se toquen las puntas. Lo más probable es que lo logres (o al menos te acerques). Ahora inténtalo cerrando o tapando un ojo y sorpréndete de tu propia ineptitud en tu versión tuerta.

Una de las razones por la cual poseemos dos ojos es para interpretar la profundidad. Los cascos de realidad virtual símplemente son dos pantallas, y cada cual alimenta al ojo una vista un poquito diferente, lo cual nuestro cerebro interpreta como tridimensionalidad.

En el caso de los rostros huecos le estamos dando estímulos contradictorios a nuestro cerebro: por una parte estamos condicionados a interpretar un rostro de cierta manera, y por otra la profundidad dice que es un objeto hueco. Pero el condicionamiento a los rostros gana, e interpretamos el color y las sombras como las de un objeto convexo, por lo que aparenta seguirnos con la vista.

Apariciones milagrosas y demás

grilledcheeseduyser.jpg En el 2004 esta señora vendió en ebay el sandwich que había preparado diez años antes. Después de darle una mordida a la esquina (yo no hubiera resistido la tentanción de acabármelo) se dio cuenta de que la virgen la miraba lastimósamente. El comprador fue goldenpalace.com (un casino en línea notorio por sus tácticas de publicidad viral) por la nada despreciable suma de US$28,000.

Y así hay miles de casos, estoy seguro que los han visto en la tele. Esta página está llena de rostros de demonios que supuestamente se encontraron en el incidente terrorista de las torres gemelas.

El cerebro humano es una máquina para encontrar patrones, inclusive donde no existen. Si observas el tiempo suficiente una visualización de π seguramente encontrarás patrones. El término se llama paraidolia.

Siendo bestias visuales y sociales, no es de sorprenderse que veamos tantos rostros dónde sólo hay deliciosos sandwiches de queso (hmmm!).

Reconocimiento inter-racial




Se ha probado numerosas veces que somos malos distinguiendo rostros de razas ajenas a la nuestra, y no es difícil inferirlo en base a comentarios como "todos los asiáticos son iguales" (y ellos seguramente piensan lo mismo que nosotros). Hay distintas teorías, pero investigaciones recientes sugieren que cuando vemos razas con las que no estamos muy familiarizados, en lugar de distinguir categorías faciales ("esa chica de nariz chata y ojos dormilones") símplemente lo guardamos en el cajón de raza ("esa chica negra").

En las fotos de este anuario que me prestó mi prima canadiense (no, no sale en las fotos, así que ni pregunten) teóricamente debe de reflejar los resultados de esta investigación. Más personas deberán de reconocer a la chica blanca que a la chica negra. Hubiera escogido personas de raza latina en lugar de raza caucásica, pero no había suficientes latinas en el anuario. De cualquier manera, el resultado debe de ser similar.

¿El reconocimiento facial es innato?

Parece que sí. Existe un impedimento llamado Prosopagnosia, el cual es la incapacidad o dificultad de reconocer rostros. Puede deberse a un daño cerebral y también puede ser congénito (heredado).

Una víctima de disparo de arma de fuego a la cabeza no podía reconocer a sus amigos y familiares al verlos, pero sí escuchándolos hablar o por su lenguaje corporal. Otra persona lo describe como tratar de reconocer una piedra entre muchas otras.

Los bebés de seis meses son mejores que los adultos en una sola cosa: reconocer rostros de monos. Lo curioso es que pierden esta habilidad a los nueve meses. Parece ser que siendo muy joven, el cerebro humano está dispuesto a aceptar cualquier tipo de rostro, y más tarde discrimina para enfocarse sólo a los rostros humanos.

Todo esto parece apuntar que--al igual que el lenguaje--el reconocimiento facial es algo innato del ser humano.