Uno de los objetivos del proyecto de rediseño del sitio del Centro de Información de las Naciones Unidas --como todo sitio moderno-- es hacer las páginas accesibles. Pero siempre me ha parecido que el método para realizar esto es insuficiente, escribir código semántico no es un reemplazo a sentarse con un usuario con una discapacidad real para ver cómo utiliza el sitio. Es como hacer un edificio con rampas y elevadores y declararlo accesible. La megaestructura es accesible, pero los detalles no.
Así que cuando me enteré que en Puebla hay un laboratorio de cómputo con JAWS (el lector de pantallas más común en Windows, que la versión más barata vale US$900 por cierto) en una asociación de invidentes, no dejé ir la oportunidad de darles una visita. Me llevé la sorpresa de que no cuentan con acceso a internet (espero poderles echar la mano con eso), pero me senté a platicar con el director de la asociación y vi a los jóvenes usar programas de escritorio en este programa.
Cuando me senté a platicar con el director, le conté una duda que me estaba matando desde hace cerca de diez años. Un buen día una persona invidente se subió a la combi (transporte público), se sentó, y viajó junto a mí cerca de 20 minutos. Pensé que en algún momento le iba a pedir al chofer que lo bajara en cierto lugar, pero repentinamente pidió la parada, bajó, y con su bastón buscó la base del semaforo y se dispuso a caminar con mucha seguridad.
Durante mucho tiempo esto fue un misterio para mí. Jugaba a cerrar los ojos, sentir las vueltas que daba el camión, y después de cierto rato trataba de adivinar por donde andaba. Invariablemente cuando abría los ojos siempre estaba en un lugar distinto al que me había imaginado. Se lo atribuí a la legendaria agudización de la mente que vemos en las películas.
Pero el director me dio la solución: su secreto no estaba en sentir las vueltas que daba la combi, estaba en la textura de la carretera. Ciertas avenidas están ligéramente más levantadas que las calles normales, y cuando un auto las atraviesa lo pueden sentir, también cuentan los topes, y sienten cuando pasan de una avenida (generalmente bien pavimentada) a una calle texturizada con baches. Se me hizo fascinante.
También me comentó que algunos invidentes evitan ser tan independientes en estas circunstancias. Como no les cobran el pasaje, los choferes sospechan de su ceguera cuando saben exactamente dónde bajarse. "Actuar ciego" le llama él, y lo usan para que alguien los asista en cruzar la calle, y los que viven de la caridad para que les regalen una moneda.
Platicamos de la discapacidad en general, les molesta que el signo universal de la discapacidad sea una persona en silla de ruedas. Cuando le pregunté si sabía cómo era ese símbolo me dijo que no tenía la menor idea. A veces tienen problemas cuando llegan a estacionarse en el lugar de discapacitados, algunos policías despistados los mandan más lejos porque el invidente puede "caminar perfectamente". Las rampas para minusválidos las describe como "fatales" para ellos, si están mojadas se resbalan, y hay unas nuevas rampas que abarcan toda la esquina. Una persona invidente inadvertidamente puede bajarse de la banqueta con este tipo de rampa y exponerse a que lo atropellen.
Luego de un rato lo llamaron por teléfono, y le dictaron un número de larga distancia que me pidió anotar. Eran diez dígitos mas la extensión de cuatro dígitos (14 dígitos en total).
En el laboratorio de cómputo me encontré a un joven invidente aproximadamente de mi edad, complexión y color. Hasta podría decir que se parecía a mí, sólo que tenía los ojos de color azul profundo y tenía una sonrisa permanente (dos excepciones en mí). Estaba aprendiendo algunas fuciones avanzadas de Excel, me sorprendió porque no podía concebir cómo usar una hoja de cálculo sin poder ver. Pero navegaba con mucha destreza por las celdas, sólo puedo suponer que había reconstruido la matriz en su mente.
Luego llegó el director a confirmar el teléfono: "Oye el teléfono era (55) 5845 2541 extensión 2478?" y para mi sorpresa no había fallado en un solo número. Supongo que la legendaria agudización de la mente no es tan legendaria después de todo.